En la segunda década del Siglo XXI estamos siendo abrumados por una gran cantidad de cambios, quizás sólo apreciamos los tecnológicos, pero hay muchos más. Nuestras vidas están siendo afectadas de maneras variadas. Cada vez más interesantes. Cada vez más apasionantes.
La pandemia del COVID nos dejó secuelas, pero sobre todo nos hizo reaccionar al agudizar los problemas mentales, que ya nos aquejaban, pero no tan graves y frecuentes. El aumento en el número de suicidios y en el de hospitalizaciones por enfermedades mentales como depresión, ansiedad, déficit de atención e hiperactividad (TDAH), soledad y trastornos de la conducta, en general, ocasionaron graves problemas laborales y estudiantiles.
Como consecuencia, se aceleró el movimiento revolucionario de la Ciencia de la Felicidad. Esto surgió en Akumal, Yucatán en 1999. El presidente de los psicólogos de Estados Unidos, Martin Seligman, convocó a unos veinte colegas distinguidos a discutir el paradigma de la psicología, palabras más o palabras menos, les dijo: hasta ahora nuestra ciencia se ha abocado al estudio de los males mentales y emocionales de la humanidad, hemos venido aquí para plantear un cambio, dedicar nuestros esfuerzos al estudio de todo lo que causa el bienestar de las personas.
El gran movimiento internacional de la calidad tiene su gurú en el Dr. William Edwards Deming, quien es reconocido como el padre de la calidad. No muchos están conscientes de que gracias a ese movimiento hoy contamos con autos, televisores, refrigeradores, lavadoras y gran cantidad de aparatos que nos brindan una mejor calidad de vida. Surgió una gran transformación industrial.
De este modo, también el movimiento internacional de la felicidad o psicología positiva reconoce a Martin Seligman como el padre de la ciencia de la felicidad. Se nos avecina una avalancha de libros, artículos, conferencias, congresos y nuevas empresas alrededor del tema de la felicidad.
En fecha reciente, en Expo Santa Fe, se celebró el Congreso de la Felicidad en el Trabajo. Tuvimos oportunidad de convivir con una gran cantidad de empresas y expertos que ya están involucrados en el tema. Una buena cantidad de casos prácticos nos hizo evidente que hay empresas comprometidas con el bienestar de sus trabajadores. Para estas empresas ya es una realidad.
Este movimiento tiene que verse en tres niveles: personas, organizaciones y países. Los enfoques y contenidos son particulares para cada uno de ellos. Aunque no lo creas, la ONU se ha tomado en serio el tema y aplica encuestas para medir la felicidad.
Este reporte es conducido por un economista muy destacado, autor de varios libros, Jeffrey Sachs, quien declara lo siguiente:
“El objetivo final de la política y la ética debería ser el bienestar humano. El movimiento de la felicidad demuestra que el bienestar no es una idea ‘blanda’ y ‘vaga’, sino que se centra en áreas de la vida de importancia crítica: condiciones materiales, riqueza mental y física, virtudes personales y buena ciudadanía. Tenemos que convertir esta sabiduría en resultados prácticos para lograr más paz, prosperidad, confianza, civismo -y sí, felicidad- en nuestras sociedades”
Este Reporte Mundial de la Felicidad nos dice el orden de los países más felices a los de menor calificación. ¡Oh sorpresa!, otra vez, los mejor clasificados son los nórdicos, en este orden: Finlandia, Dinamarca e Islandia. Buscamos en la lista a los países de Latinoamérica: Costa Rica ocupa el lugar 23, Uruguay el 28, Chile el 35 y México el 36.
Si me das oportunidad, en próximos artículos te expondré cómo se está aplicando la felicidad en países, organizaciones y personas.
Hasta la próxima. Que estés feliz.
Créditos: Alfredo Esponda/CENCADE
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